Los eruditos
en la materia, cuentan que el sol se ocultó el 14 del Nisán de aquel año, 785
de la fundación de Roma, a las 18:08. La aparición de la tercera estrella y el
consiguiente descanso sabático fue sobre las 19:08. Los pocos fieles en torno a
Jesús, tenían sólo media hora para pedir el cuerpo a Pilatos, comprar la
sábana, bajar el cuerpo, quitar los clavos, transportarlo al sepulcro y
sepelirlo.
Faltó tiempo
para una sepultura completa: la Ley preveía que en casos como este, se
completara el enterramiento el domingo. La costumbre judía era lavar el cadáver
siete veces con agua tibia, cortarle el pelo, rasurarle, perfumarle y ungirlo
con diversas esencias. Cristo, tratado desde este momento con un cuidado
exquisito, fue enterrado con prisas, según nos cuenta los evangelios "a
causa de la Paresceve de los judíos". El sepelio fue forzosamente
precipitado.
El
evangelista Mateos nos cuenta que "José tomó el cuerpo, lo envolvió en una
sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo" (Mt. 27, 59-60).
Jesús no fue
rasurado, ni vestido, ni lavado, simplemente desnudo, con sus heridas llenas de
sangre coagulada, envuelto en una sábana y colocado en el sepulcro. Le peinaron
cuidadosamente el cabello a la usanza judía y colocaron 2 moneditas de cobre
sobre sus ojos.
El traslado
de Cristo al sepulcro para darle sepultura, tras descenderlo de la Cruz,
representado en nuestro paso de misterio de nuestra Cofradía del Santo
Entierro, viene recogido literalmente en las Sagradas Escrituras, reflejado en
los cuatro evangelistas para los textos de la pasión, muerte y resurrección de
nuestro Señor Jesucristo. Los pasajes bíblicos que nos cuenta de lo acontecido
corresponden a los siguientes:
Mt
27, 51-61: "Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba
abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los
sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y
saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la
santa ciudad, y aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con
él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas,
temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús
desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena,
María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Cuando
llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también
había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de
Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el
cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo,
que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la
entrada del sepulcro, se fue. Y estaban allí María Magdalena, y la otra
María, sentadas delante del sepulcro."
Mc 15, 42-47:
"Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera
del día de reposo, José de Arimatea, miembro noble del concilio, que
también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el
cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo
venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el
centurión, dio el cuerpo a José, el cual compró una sábana, y quitándolo,
lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una
peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. Y María Magdalena
y María madre de José miraban dónde lo ponían."
Lc
23, 50-56: "Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el
cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Este, que también
esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos
de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y quitándolo, lo
envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el
cual aún no se había puesto a nadie. Era día de la preparación, y estaba
para comenzar el día de reposo. Y las mujeres que habían venido con él desde
Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su
cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y
descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento."
Jn 19, 30-42:
"Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo
inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Entonces los judíos, por cuanto era
la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en
el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a
Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron,
pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que
había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron
ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió
el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo
vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad,
para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que
se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra
Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de todo esto, José de
Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los
judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato
se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También
Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un
compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo
de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es
costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido
crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún
no había sido puesto ninguno. Allí, pues,
por causade la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro
estaba cerca, pusieron a Jesús."
Detrás, bajo
palio, cierra nuestra cofradía María Santísima de los Dolores, en su soledad.
La Virgen queda descubierta en los Evangelios estando presente en la pasión de
su Hijo, como se expone anteriormente.
En los
estudios de la Sábana Santa, nos afirman muchos autores que Cristo hasta
entonces brutalmente flagelado y asesinado, fue tratado desde el momento del descenso
de la cruz con cariño, con mimo; casi "maternalmente". Sabemos de la
presencia de María, la Madre dolorosa, en el Gólgota. ¿Por qué no traducir ese
respetuoso cariño con el cadáver a sus manos maternales?.
La figura de
la Madre entulada, a su "stare" recogido, inmóvil y mudo del
evangelio de Juan o afligida y velada de lágrimas del Stabat, muestra los
auténticos Dolores de la participación en la redención del Hijo, ya profetizada
por Simeón.
Desde los
evangelios, tenemos que saltar hasta la temprana fecha del año 1011 (se funda
en Herford -Paderborn- un oratorio dedicado a "Sta. Mariae ad
Crucem") para comprobar la creciente corriente piadosa y de veneración que
se inspira en la meditación de la compasión de María en sus Dolores.