CORTEJO


Son cerca de las siete de la tarde y nuestra Calle San Juan es un mar de capas negras volando hasta el nido de nuestros sentimientos. Camino de la Iglesia, con grandes zancadas, tras abandonar el íntimo ritual de cada hogar, vamos nerviosos, y entramos eclipsados por el cambio de luz en una Hermandad que se hace Cofradía.
Desprendiéndose de la individualidad, y formando un anonimato colectivo, el cortejo se forma con una muchedumbre de hermanos y devotos: más de doscientos setenta nazarenos, unos treinta acólitos infantiles, ocho más con dalmáticas, un centenar de costaleros, dos capataces y cuatro contraguías, unas veinticinco personas de promesas, unos seis hermanos organizadores del cortejo dentro de la Parroquia, veinticinco autoridades civiles, religiosas y militares, además de ciento cincuenta músicos y todo un pueblo que se hace penitente cuando se abren a las siete de la tarde las puertas de la Parroquia y presenta su Cruz de plata y carey ante la conmoción del silencio de una Plaza de España abarrotada.
En nuestros oídos retumba la arenga del Hermano Mayor y las lentas oraciones de nuestro Director Espiritual, mientras la tenue luz de los soberbios candelabros del paso de misterio ilumina levemente el interior de la Iglesia camino de la calle, aguardando la Señora a los pies del Presbiterio a que llegue su momento. Los tramos de Cristo inauguran su Estación de Penitencia.
Cuando el Santo Entierro sale a la calle, hiela las conciencias: es verdad que ha muerto Cristo. Y su tránsito por las Calles San Juan, Párroco Paulino Cháves, Real, San Sebastián, Muñoz y Pabón y Virgen del Valle para darle su sepultura, se retorna en un camino distinto de esperanza: porque sabemos que el Santísimo Cristo de la Buena Muerte resucita en poquísimas horas. Y esta conciencia de paz y sosiego se torna ya en la Plaza del Rocío y por Cardenal Segura... Mientras que el cansancio se hace notar al transitar por la calle Santa Joaquina de Vedruna, del Guante y la Casa Hermandad. Todo llegará a su término cuando se pise la Calle Rey Juan Carlos I, con la meditación íntima del Séptimo Dolor de Nuestra Señora, marcada en las cuentas de la Corona que hemos llevado entre nuestras manos... Son por tanto, muchos rincones y momentos: distintos y especiales para la vivencia de cada hermano en su propia Estación de Penitencia.
Este cortejo roto a las doce y cuarto de la madrugada del Sábado Santo, cuando la ronca Salve de los costaleros susurre en las trabajaderas de su Madre de los Dolores, tendrá que formar la estación real de un año al servicio del hermano, que puede estar muy próximo y que nos vuelve a necesitar, como Cristo o María en sus últimas tres necesidades del Santo Entierro.
En esta procesión del Viernes Santo, su organización se divide en tramos separados por las insignias más representativas. La abre la Cruz de Guía con dos faroles, el segundo tramo empieza tras la bandera de la Hermandad de fondo negro, que la escoltan dos hermanos con varas, y en la tercera llevará el SPQR con dos varas; le seguirá a este tramo la representación de duelo de las Hermandades palmerinas, y la presidencia del paso de misterio. Antes, van las bocinas y tras éstas, los acólitos con ciriales.
Tras las personas de promesa del Señor, estarán presentes las Autoridades Civiles y Militares de la villa, siguiéndoles la Banda de Cornetas y Tambores.
En los tramos de la Virgen, distinguidos sus nazarenos por llevar cíngulo blanco y negro (ya sean portadores de cirios o insignias), se destacan cuatro segmentaciones marcadas por la cruz con manguilla y ciriales, bandera de la Hermandad con fondo blanco y varas, guión del Mater Dolorosa y varas, y el último tramo dónde lo abre el estandarte corporativo y lo cierra el libro de Reglas con dos antiguas varas de acompañamiento.
La presidencia, las bocinas y los acólitos con dalmáticas serán los antecedentes del paso de palio, que al igual que el de misterio va escoltado por dos nazarenos con capirote caído sosteniendo las maniguetas.
El paso de la Santísima Virgen de los Dolores es escoltado por el Cuerpo de la Policía Local de La Palma del Condado, al ser nuestra Señora su Excelsa Protectora. Tras su manto, las promesas, y después templando el tremendo dolor de la Soberana Madre de Dios, los compases de la Banda de Música que tocará marchas solemnes y fúnebres.
Una Estación de Penitencia, que como hemos establecido antes, se hace todo el pueblo cortejo en el Entierro y Duelo Santos de su Salvador.